miércoles, 27 de julio de 2011

otro pretexto para hablar de ti

No es fácil cuando despiertas con un solo zapato (sólo eso) en la sala de una casa que apenas si reconoces. Es mi casa pero nunca se sintió así de todos modos. Mi última película es un asco y me costó tanto admitirlo, me gasté también todo el dinero, no preguntes en qué. Trabajar en una oficina repartiendo correspondencia me suena más atractivo ahora. Necesito esa rutina para reconocerme más fácilmente, sin tantas nubes por todos lados ni tantas piernas.

Alguna vez me quisiste pero te has olvidado de eso y diste paso a la rabia disimulada, al ego crispado y a las opiniones súper elaboradas pero vacías. Es injusto vivir en una trinchera, desarmado y con sólo una lata de frijoles como única compañía.

Pareciera que fue hace años cuando solía tener éxito, cuando mis dos primeras películas fueron aclamadas por la crítica y mis padres. Cuando me amabas y cuando me dejaste, esas fueron mis dos películas exitosas. Ojalá hubiera elegido trabajar en el gobierno, archivando cosas, no sé qué cosas, pero metiéndolas en folders grises dentro de cajones aún más grises.

Tendría menos tiempo libre y más para extrañarte.

Molestan mis entrevistas pero les molesta más que no vaya a hacerlas. La fama es una perra que no quiso que le preparara el desayuno después de cogerme toda la noche.

Nadie me extraña sólo tú, lo noté porque se te acaban las excusas y las piedras. Ahora deberías darle entrada nuevamente al amor, o a la muerte. Por el bien de la humanidad ambos deberíamos darle paso a lo segundo. Pero cuándo carajos nos ha importado la sobrevalorada humanidad.

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