lunes, 28 de noviembre de 2011

No sabes

Qué fácil reírse de la piel que se va cuarteando. De los mares inesperados que te cubren hasta los ojos y cómo simulas respirar. Así eres de rebelde como una hoja en la que no se puede escribir. Qué fácil acostarme sobre ti para que pares de hablar. Qué ganas de ser un poeta, de lamer tus partes. Lo bueno serían tus ojos, comerlos. Procúrame. Cuando camino voy dejando pedazos de pie, o lo que queda de ellos. Voy intentando hablar pero sólo babeo sabor a tierra. No sabes extrañarme.


Hay una comezón extraña en mi espalda, le puse tu nombre porque a eso te pareces.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Yo soy de esos amantes a la antigua.

¿Qué es lo que hace a un amante?, ese héroe injustificado e incomprendido, el que nadie pidió pero existe sólo por fuerza de voluntad o amor o frijoles enlatados. No sé si el dolor o el azotamiento estúpido te vuelven presa fácil de esas adolescentes aventureras e inconformes crónicas.

Me he pasado ya demasiado tiempo vagabundeando entre la sana abstinencia y el desenfreno hormonal de mis eternos 16 años. Alguien tenía que aprovecharse, tenía que ser ella, no porque lo quisiera yo, o ella, sino porque alguien más lo escribió así. Imbécil.

No es un arte amar, es un suicidio voluntario (o involuntario según el caso). Alguien debería reportar a la instancia de salud correspondiente, no es sano ni seguro tener gente enamorada por las calles. Es más peligroso que una plaga de zombis.

Ella siempre usa lentes ahora porque alguien le dio que tengo una fijación con las bibliotecarias, qué cliché. Es culpa de mis canciones románticas y sus daddy issues. Podría alegar que ella me obligó a besarla pero la realidad es que me aproveché de sus problemas y la metí en los míos. En mi soledad multifacética e infantil, llena de quejas y deudas, ropa sucia y aromatizantes de carro.

Lo de sus piernas abiertas e invitadoras sí fue su culpa, me drogó con sus olores y su saliva. Algo tiene su entrepierna que me provoca rabia y escribir poemas. Son malísimos jamás me pidan que se los muestre, sólo se los digo a ella cuando desnuda y sobre mí canta canciones románticas. Piernas de tenista.

En la escuela ya no puedo andar dignamente huraño, ella ha arruinado mi perfecto ceño fruncido. Lo que más me molesta es que todos creen que quiero hablar de ello, así que tengo que explicarles por qué de mi mano cuelga ella como un globo de ridículo color cereza, radiante y estúpido.

No sé qué es lo que hice para que me llamara así. No soy un amante, soy un ser forzado a vivir para ella, sobre ella, en ella. Con un estúpido peinado, pantalones casuales y visitas guiadas en los museos. Estúpidos amantes.