Sabe que la amo, sabe que suena torpe decirlo de esa manera pero tengo el interior lleno de palabras que no puedo pronunciar y la boca llena de vida que no se puede escapar. Ha sido una larga vida. Cuando la vi por primera vez dudé de su existencia, aún lo hago pero ahora es sólo por diversión. Le tomé la mano y le dije que algo en mí habría cambiado para siempre, esperaba que se asustara, tenía todo un discurso preparado. Pero no fue así, puso su boca en la mía y me entregó el resto de su vida así, de golpe, como si lo mereciera. Me gusta pensar que así es. Entonces me cagué de miedo, no me pude mover. La certeza suele hacer eso con uno. Le invité una copa y me alegré de que no bebiera. Tal vez inconscientemente la quería envenenar.
Una noche me asusté mucho porque desperté seguro de que no me quería. La llamé y se rió, entonces le mentí y le dije que eso era lo que quería lograr. Su voz, odio su voz, dice la verdad y no hay nada peor que eso. Canta desde sus tripas y canta para mí, me inflo y me doy vuelo, le pido que me ate un hilo pero es muy confiada. Sabe que no iré muy lejos, sabe que la amo y le divierte verme sufrir al respecto.
…
Llamó para despedirse, me ofendí pero preferí no buscarle un escándalo. Tampoco encontré una canción que la obligara a besarme y permitirme comerla y guardarla en mi panza el resto de mi vida. Abrazarla dentro de mí. Nutrirme de ella y darle un hogar. No la quiero con alguien más, feliz y radiante de otro amor, esa es la mentira más imbécil posible.
Estoy tratando de ser una mejor persona.
…
Me volví polvo, me disolví y me volví algo más que no soy, mezcla, un té tal vez, o un café si tengo suerte. Apenas para escabullirme en sus labios y morderlos, pero no lo sentirá porque le polvo no puede morder.
…
Intenté ser su recuerdo, no tenía tiempo para esas bobadas. Le compre una casa muy linda en el campo pero juró que jamás sería mía.
…
Odio que te hayas ido, odio ese absurdo y cursi vacío que siento en el pecho, me cansé de buscar tu aroma en todo lo que tocaste, en mí principalmente. Lo confundo con otros como el del caldo de pollo, una manzana que se pudrió en mi bolsillo sin darme cuenta, la barba sin lavarse, axila amarillenta en camisa blanca. Camisa de fuerza, por la fuerza y por tu piel majestuosa. Odio que me hayas dejado con ésta angustia, con éste constante pensamiento celoso y osado. Te odio porque todo mundo me ve ridículo menos tú, porque me besaste y te saliste con la tuya. Odio los kilómetros pero odio más tus bragas que autografié en el acto más narcisista que jamás volverás a presenciar en mí. Odio tus convicciones y principios que te hacen tener otro código postal, tan ajeno que prometo jamás aprendérmelo. Y prometo sufrirte de manera ridícula y orgulloso, brindaré en tu nombre a la menor provocación y a todo le pondré tu nombre, sólo para impresionarte, aunque eso tampoco resulte al final.