viernes, 18 de febrero de 2011

periodo

Es muy fácil creer que en realidad sí soy un tipo romántico, que me gusta dar masajes y besar con delicadeza así como con abrasiva y confiada virilidad. Y tal vez sí sé hacer esas cosas. Pero no lo creo tan fácil. Mantengo demasiada distancia entre yo y yo. Así como entre ella, la de allá y ella la de acá. La existente y la otra, la que creo que existe aunque todos me digan lo contrario.

Y ya que viene a colación…

Me despertó solo para poner mi mano en su entrepierna. No estoy seguro de por qué hizo eso. Tal vez se dio cuenta de que tenía mucho frio y quiso que por lo menos mi mano, la que suele colocarse en su cintura durante toda la noche, estuviera bien cálida.

Y termina siendo una especie de conjuro para quedarme. O para evitar mi pereza de moverme de un lado de la ciudad a otro. Todo era más fácil cuando vivía en Zamora, un pueblito pintoresco de Michoacán.

Estoy considerando abandonar mi trabajo como dictador de almacén para vivir pobremente en algún pueblucho en Alaska. Sólo para hacerme el interesante y vuelvas a intentar que me quede con alguno de tus métodos raros y que implican casi siempre, fluidos corporales.