Cada día me dediqué a amarla. Aunque hayan sido sólo 3 días. Así es de raro, “al parecer hay un destino en el amor”. El primer día sus piernas me aprisionaron, puede ser que despertara intoxicado y enajenado. Hablaba escandalosa y desvergonzada, decía cosas tan interesantes como vagas y sospechosamente estudiadas. Decidí entonces amarla.
…
Tengo la piel ansiosa y encaprichada.
…
Hay algo de ebriedad en su piel, algo de tormenta y naufragio. Hay pena y en ella un gozo culposo e insaciable. Miradas cómplices de nada, pero de sólo imaginarlo nos atascamos como enanos en día de feria.
Las venas parecen callejones empedrados, corre sangre pero también arena y vino barato. Eso pasa cuando el tiempo parece escurrirse por entre nuestras panzas enamoradas.
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