viernes, 5 de agosto de 2011

escribir como signo vital.

Me descubrí con un hoyo en el costado, casi mesiánico. Me descubrí hablando de ella como una fotografía borrosa. Como un recuerdo inmediato pero que suena antiguo. Sueño tal vez, producto del hambre y un cuarto desolado. Nunca le pedí nada. Pero sí hay cosas que necesito. Cosas absurdas y ensangrentadas, fantasías y la ansiedad descrita en párrafos que me hagan soñarle de cerca. Quiero su vida estampada en las paredes grises de la cabeza y del estómago y de las narices también. Quiero su voz pero la prefiero entera y dispuesta, soñadora y brutal como un puñetazo en el ojo. Y el ojo hinchado y gracioso lo portaría orgulloso como cuando camino tomando su mano y al resto de ella. La soledad y la distancia saben a hambre, ya saben, ese espesor en la saliva y un nostálgico apretar de la mandíbula. EL tembloroso andar y la mirada más viva que nunca, brillante de verla en todos lados. Quiero sus caderas y la consistencia de su cuello ardiente, pero quiero más un par de historias exprimidas sobre mí, saciar mi sed con su añoranza y alguna promesa absurda que no va a cumplir. La quiero conmigo pero es tarde, debemos dormir.

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