domingo, 6 de marzo de 2011

el artista es una fantasía pasada de moda.

De haber querido ser un artista puro y escribir bien habría estudiado alguna carrera técnica o administrativa, trabajaría como archivista en una secretaría de gobierno. Vestiría trajes (de segunda mano) grises todos los días, menos los domingos, ahí usaría el mismo pants negro que uso ahora durante todo el día, sería mi única ropa informal.

Ahora lo sé, tal vez no es tarde para cambiar mi dirección. Podría olvidarme de los cafés pretenciosos y de dominar alguna lengua cachonda como el italiano o el portugués (a mí me parece muy sucio no sé ustedes). Ahora sé que debería dejar de usar lentes de sol y abandonar mis talentos musicales así como amatorios. Debo convertirme en el ser más común y prescindible del sistema. Todo ello me daría verdadera inspiración.

Debería dejar de salir con alguien tan bello, es más, debo prescindir de toda clase de apego y repego a pieles tan finas. Debería reducir mis necesidades sexuales a señoras andrajosas e impresionables que sólo podría conocer en bares de segunda monta del centro.

Una vez logrado esto podré finalmente escribir algo digno de leerse, no más poesía postadolescente ni rabietas dietéticas. Literatura pura no puede provenir de un cuerpo tan perfecto y labios humeantes. Las verdaderas historias vienen de trabajos repetitivos y exceso de café de máquina. Manchas de tinta en las bolsas, cabello encerado, corbatas gordas mal anudadas. Tarjetas de nómina y débito, deudas y colchones incómodos en catres sobre un piso polvoso de un dúplex polvoso sin cocina integral (vénganos tu reino de hornillas eléctricas y frigo bar).

Ya me vi, zapatos pasados de moda, calcetines impares, una computadora de escritorio con procesador del 2003. Escribir sobre la condición subhumana, el amor de burdel de quinta y las caricias en un metro atestado de voluminosas carnes y perfumes de catálogo clasemediero.

Adiós querida, olvídate de mí perro fino, los extrañaré, pero el mundo me lo agradecerá… Tal vez unos 5 o 6 años después de que muera por exceso de colesterol en mis venas acartonadas, en medio de cientos de carpetas aún sin archivar. Alguien más hará ese trabajo al día siguiente, tiene que hacerse. Con suerte ese tipo encontrará mis archivos personales revueltos entre estados de cuenta y cajones llenos de manuscritos, dibujos deprimentes y trozos de peperoni de hace meses. Él no entenderá nada pero le sacará provecho con un tio suyo que trabaja en una editorial, si es listo publicará todos mis garabatos bajo su nombre y yo seré olvidado para siempre, pero habré cambiado el mundo, y todos ustedes y los hijos de sus hijos dejarán de leer tanta babosada producto de un exceso de tiempo libre y chaquetas mentales que tienen que ver invariablemente con un trasero firme y rock and roll.

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