miércoles, 2 de marzo de 2011

apuntes sobre ceguera

Cegado por la contaminación o por algún embrujo se mueve como un gato curioso, precavido. Y con la tormenta del pasado sobre su lomo. No hay manera de advertirle. Estúpido. Tomando su propia sangre, negando su condición de víctima, pero haciéndola evidente. Perdona su propio patetismo, sabe que igual no conseguirá nada con ello. Convierte las sonrisas. Finge estupendamente.

Una marea fresca lo baña y acicala. Comprueba su tamaño midiéndose en el reflejo del agua. Sabe que es un engaño pero da igual cuando sólo tiene que soportarse a sí mismo.

Está enamorado de la angustia, de esa frustración adictiva.

No habla mucho, pero todos saben su historia, parece gritarla con su peinado y sus harapos.

Solté mi lengua y por poco me domina. Me amarre a una idea que me funcionaba como ancla, porque me movía tan rápido y necesitaba aplacar al mismo planeta. No encuentro otra manera de castigarme.

Para cuando desperté tenía su mano encima de mi cara, no podía moverla porque mis brazos no respondían. No estaba herido, sólo embrujado.

Finge tu veneno.

Caminaría descanso sobre el peor de los caminos. Así de estúpido.

Su pelo cubría casi todo, la boca casi abierta, más que cerrada. Aliento canela. Su piel estaba erizada, lo sabía porque podía tocarla, porque sólo así podía verla. En su garganta guardaba todas sus historias, no me compartió ninguna. Hacía años que decía mentiras.

Sus manos de serpiente, sus ganas perezosas. Hambre como un tornado.

Se hizo un nudo de corbata con mis tripas. Estoy orgulloso de ella.

Mantuvimos durante un tiempo el secreto. Fingimos un secreto.

Entra en la habitación y no me ve, no es que se haga tonta, es que no me ve. Compartimos tan poco que fue realmente muy fácil enamorarnos. Nos quedamos pegados, tanto que duele al moverse. Hay muy poco espacio para respirar.

Cambio violento de corazón.

Le puse una canción que no se escucha, le canté con mi voz afónica, haciendo como que grito. No me importa. De pronto no me importa, pero más tarde tal vez sí.

Me quedo con todo. No le dejo nada. Ni las gracias.

No me quedó un solo centavo, mucho menos ánimo. Mi corazón decide tomarse una siesta y como un autómata voy caminando con ella de la mano. Ella parece tomarle importancia pero no puedo ni recibirla. No tengo buena cara, no tengo ni un mugroso bastón. Tengo unos zapatos casi insipientes. Se acabaron las bromas y el montón de excusas. Se acabaron las trampas y los besos a escondidas.

Se acabaron sus labios, muy rápido. Como toda la pasta que tenía guardada.

El gato siguió a tientas hasta que se quedó sin patas, ni cola, ni lomo, ni nada. Sólo se quedó con su boca afilada y una lengua que no siente.

Estamos haciendo nada, ni siquiera respirar. El gato y yo no entendemos más que de colores oscuros y cenas solitarias, de blues y vagones sucios.

Quiero morderla hasta quedarme sin dientes… Hambre siempre voy a tener.

Love in vain.

No hay comentarios:

Publicar un comentario