lunes, 5 de noviembre de 2012

Condición

A menudo me siento inútil, como un solo cuadrito de papel higiénico, mientras espero sentado en tu cama. Y pasan tantas cosas alrededor. Que te vayas no me asusta tanto como estar desnudo en público. No te vas ni te irás. Aunque tomes un vuelo muy barato.

Tal vez me vuelva aburrido y frío, entonces me reemplazarás con la tv por cable. Tal vez deje de oír blues y abandones tu divertido exhibicionismo.



Los dedos de tu pie juegan con la alfombra, insistes que no debería arrugar mi frente. Yo me imagino la cara que pondrías si te informan que desaparecí en una excursión a la selva y me dan por muerto. Me comería mi “menique” con tal de sobrevivir para volver a hacerte el amor y escucharte reír de algo absurdo.



A veces se me olvida cómo hablar contigo. Pero hablo. Sonrío chueco y te tiro a la cama.
Tal vez algún día abandonemos el helado de sabores exóticos y nos estacionemos en el pretencioso napolitano.



Cuando te vi por primera vez pensé que eras igual. Unas semanas después me enamoré de tu amabilidad y tu capacidad para abstraerme, de tu boca que hipnotiza y sabe a licuado de fresa, tu coqueteo, tus super poderes y cómo ignoraras lo predecible; y del miedo que me daba caerte mal. Antes me gustaba caerle mal a la gente.

Tal vez algún día niegues que querías esforzarte y luchar por lo nuestro.



Olvidarás las canciones más bonitas que hemos escuchado porque golpeé a tu amigo o porque quieres estar sola. Es mentira que huelo diferente, es mentira que me da igual algo. Es mentira que me volviste fatalista, es mentira que no espero nada. Pero cuando regreses de viaje este sillón sigue siendo para dos. Sigue amoldado perfectamente a tus nalgas, tu orgullo y tu bipolaridad.



Estoy hablando de tu presencia irrefutable, las despedidas temerosas y los errores de continuidad. De que estoy enamorado y que jamás voy a entender de procedimientos en nuestra relación.

Esta condición es irreparable. 

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