lunes, 26 de marzo de 2012

Pornogámia.

Parecía que esperaron mucho tiempo para estar juntos, pudo notarlo por la humedad precoz de sus calzones. Ella parecía recordar aquellos días cuando la tomaba de la cintura, tan seguro que la embriagaba de una sensación muy parecida al mareo, pero esta vez es diferente, no había culpa alguna en el ambiente, ningún remordimiento iba a impedir que él se abalanzara con la furia contenida en sus pantalones.

Mordisqueó sus labios tanto que había un sabor ligero a sangre, lo cuál lo encendió casi a punto del desmayo. Ella se emocionó cuando sintió aquel soldado impaciente, le acarició y apretó durante largo rato hasta que él tomó la iniciativa de desabotonarle el vestido. Contempló un momento aquellos monumentos que se desbordaban mientras la mano furtiva los escondía bajo sus dedos. La piel ardía.

Él se abrió camino hasta el magnífico templo de venus que palpitaba y goteaba por su barbilla. Ella jala su pelo como si quisiera que entrara en ella y se fundieran aparatosamente. Piernas apuntando al cielo, voz saturada y corazón galopando. Una escena que sólo podría compararse con una blasfemia.

Ella se volteó y ofreció coqueta sus nalgas renacentistas a los ojos del cazador que serpenteando le besó la espalda mientras con la mano hurgaba en aquella profundidad, acariciándole y jugando a descubrir. El explorador se colocó detrás de ella y susurrándole no sé que salvajadas al oído humedecido por el aliento, se adueñó de su humanidad. La carne se enrojeció como manzana y entre jalones e impaciencia él no dejaba nunca de mirarla y decirle lo bella que era.

El tiempo los había curtido y ocultó todo rastro de timidez. Ella sabía lo que hacía y su boca era un rio en el cuál todo vive y muere a su voluntad. Tomaban riesgos morales y sonrojarían a cualquier sodomita. La lengua les sirvió para más que balbucear. Sacaban fuerzas de Dios sabe dónde y seguro se les escuchó hasta Mexicali.

Al final, apenas si podían hablar, estaban derretidos drogados de sudor y un extraño enamoramiento nacido de un orgasmo fulminante. De pronto no pudieron hacer otra cosa que carcajearse y continuar besándose durante una hora más hasta que inesperadamente desperté.

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