No estamos infelices, tampoco nos maldecimos, más bien nos
mordemos, de lejos; de cerca también.
Tiro patadas al viento y me desquito enterrando la cabeza en
el pecho de una pobre mujer. Le doy amor flaco, muertodehambre. Le tiro unos
versos procurando que le haga gracia, fracaso. Le tiro los dientes y entonces
me mira embobada y borracha de sangre, sonríe y nos reímos hasta quedarnos
dormidos. Me quedaré ahí tirado a su
lado hasta que el viento se la lleve, o el diablo o el hambre que siempre le da
apenas entrada la mañana.
A menudo no se da cuenta de que me burlo de sus muecas para
hacerme el loco y volarme y volarla y volarnos bajita la mano como globos malinflados.
“Si vas a hacer algo, hazlo bien, desgraciado”. La pobre mujer ya no está tan
flaca, ya no está tan loca, ni tan enamorada.
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